martes, 18 de septiembre de 2012

Total, Maldita e Irremediablemente SOLA

 Esas son más o menos las palabras que describirían como se encontraba en aquel momento, sentada al fondo del salón de clase mientras todos miraban al frente y nadie notaba las lágrimas dejando un rastro negro en su cara al caer.

 Hoy se ha puesto delineador oscuro en cada parte de sus ojos que puede ser maquillada, también se puso un labial vino tinto e hizo que su cara tuviera el tono más cercano a la transparencia... un fantasma en apariencia y sentir.

 La clase le resulta eterna mientras la maraña de sentimientos en su interior la hieren cada vez más profundo, así que cuando finalmente el profesor sale del salón y ella agarra su iPod para poner la música más escandalosa en su lista de reproducción, se siente un poco mejor por no tener que fingir estar prestando atención. Se levanta y un mareo repentino le recuerda que debe comer, busca su almuerzo y se dirige al pasillo donde ve a sus compañeros hablando tan animadamente que no notan su presencia.

 Se deja caer en el piso recostando su espalda contra la pared mientras se pregunta que sucedería si sacara su navaja e intentara enterrarla en su piel enfrente de tantas personas, pero en lugar de ser tan obvia saca de su bolsillo la hoja de un sacapuntas y hace fuerza contra su brazo sosteniéndola firmemente sobre una de las líneas verdes que son sus venas.

 Le duele, pero no tanto como duele su corazón, se quita su sudadera y apoya el brazo sangrante de manera que no se vea. Toma un bocado de comida tras otro soportando las náuseas que le produce tragar y luego de unos torturadores minutos, siente que se desvanece... las últimas cosas que sabe del mundo es que una chica grita -probablemente al ver la sudadera gris empapada en rojo- y que unos brazos masculinos la levantan del suelo.

Estaba sola y maldita, pero ahora todo ha terminado para ella.
Estaba sola y maldita, pero ya no volverá a sentir dolor.