martes, 16 de abril de 2013

Congelada II

Congelada I

 Escucho una voz que llama mi nombre y me volteo hacia ella... entonces siento un beso, el peso de tus labios helados contra los míos, un aliento de hielo tocar mi piel y causarme escalofríos.
Abro los ojos y la sensación desaparece, ya no estás ni tampoco la estación del tren con todos sus ruidos… me encuentro sola en mi habitación sentada al borde de la cama sintiendo un frío que me hiela hasta los huesos.

Entre violentos temblores de mi cuerpo me dirijo hacia la ventana, desde donde veo los lejanos rieles del tren brillar bajo el sol primaveral; la abro y aunque el sol toca mi piel, éste no logra traspasarla para calentar mi congelado ser. Cierro los ojos con la esperanza de verte en un recuerdo más feliz pero ya no puedo sentirte cerca de mi como antes lo hacía…

Un témpano de hielo me ha devorado y me encuentro congelada en aquel último y triste momento en que que te puedo sentir.

martes, 2 de abril de 2013

Brisa De Media Noche


Después de una semana de espera interminable -aunque realmente sólo fuese una semana-, todos esos días de derretirás en el calor del verano sin tregua alguna, la medianoche trae consigo una brisa gloriosa que pronostica buenas cosas.
Me asomo al balcón y le doy una mirada a la luna, que resplandece hermosamente plateada gobernando el firmamento, huelo manzanas en el aire y cierro los ojos.

—Tráela pronto —le susurro a la luna, esperando que cumpla mi deseo.

Una ráfaga de viento me sacude repentinamente y tiemblo con algo de placer. Justo cuando mi cuerpo vuelve a la normalidad, siento tu presencia rodeándome y sé que estás cerca. Me volteo y veo tus ojos verdes en la débil luz de la luna, veo como te vas acercando sutilmente y cuando estás sólo a unos pocos centímetros de mi, rodeo tu cuello con mis brazos y te doy un largo beso aún mirando fijamente tus ojos.
En cierto momento la brisa se detiene y siento que mi coraje se ha ido, bajo la cabeza y te miro con timidez. Todas estas cosas nuevas me atemorizan, pero sonríes y el miedo desaparece.

El viento vuelve a soplar y escucho campanillas de viento sonando a lo lejos. Comienzo a reír como una niña y te suelto para empezar a dar vueltas, mi cabello se desordena y da ligeros latigazos en mi rostro que sólo me causan más risa.
Me detengo y te acercas por detrás, pones tus brazos al rededor de mi cintura y besas mi hombro.

—Gracias —pienso en silencio viendo la esplendorosa luna.

De ahora en adelante, amo las brisas de medianoche…