De alguna manera me ha pasado desde que muchos conocidos conocen este blog, aunque probablemente no lo frecuentan, que me siento cohibida al escribir... como si ahora escondo varias cosas por miedo a ser juzgada, me da ese extraño pánico escénico que no sufría desde la última vez que me paré a hablar en un escenario.
El pánico que sientes cuando estas en un escenario no es nada comparado por supuesto, al estar en frente de todos viendo sus caras y casi sintiendo sus pensamientos cruzarte como espadas en una simple mirada mi voz tiembla y comienzo a decir tonterías porque olvido el orden en las cosas que he pensado. En cambio cuando estoy frente al teclado no puedo saber que piensan y me atemoriza hacer algo mal, dañar la imagen que ya tienen de mi...
Porque algo que sabemos los escritores es que tanto el teclado como la tinta y el papel, pueden ser nuestra gloria y perdición al momento en que dejamos que alguien más lo vea. Puede destruirnos, porque aquello que plasmamos en palabras son pequeños pedazos de nuestra alma expuestas al juicio de un jurado más que probablemente cruel y en otras ocasiones, exquisitamente adorables. Si, adoro -de una forma meramente platónica- a todos aquellos que gustan de mis escritos, pero más allá aprecio a los que tienen el valor de criticar aunque me duela... y sólo unos pocos han hecho esto.
Entonces aquí creo que también llego al pánico, de los que no opinan sino que quedan callados.
Y para aquellos que no capten la indirecta, es... ¡¡¡¡COMENTEN!!!