Después de un largo día finalmente la vuelta a casa es algo de esperar con ansias, aún cuando esto lleve una hora estando sentada con música que no es de tu agrado y apretada contra personas que puedes o no conocer. Pero entonces cuando los audífonos entran a tus oídos y tu canción favorita comienza a sonar los escalofríos te recorren, cierras los ojos intentando interpretar la melodía con un instrumento de aire y luego tus ojos se abren, el rojo del horizonte despidiendo el día hace que todo menos la música desaparezca y que aquel día haya valido la pena.
Algo tienen los atardeceres que en el momento correcto te hacen sentir que todo es perfecto… te hacen sentir infinito.
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